miércoles, 22 de diciembre de 2010

I´m dreaming of a white...

Como ya va siendo habitual en mi, y creo que no es nada especial ya que debido a este sentimiento existen novelas, historias de amor, poemas… he sentido la necesidad de reflejar en pantalla (años atrás en papel) mis vivencias en uno de mis humildes viajes. En este caso se trata nada más y nada menos que de mis “blancas “Navidades en Vail, Colorado.

Está claro que todos preferimos pasar estas fiestas con nuestra familia pero cuando la mujer de uno se mete por medio ya se sabe que sus preferencias pasan a ser inaudibles sugerencias en la toma de decisión. El caso es que esta vez ya le tocaba a ella y tenía razón así que no me quedó mas que claudicar. Sí, mi mujer leerá esta entrada con toda seguridad. Tonterías aparte creo que aunque siempre me apena no compartir estos momentos con mi familia me considero afortunado ya que he sido bien acogido por mi “otra” familia y el marco ofrecido como escenario para tal celebración era inmejorable.

Siempre es poco agradable viajar en estas fechas, más aún cuando te tienes que meter con calzador durante largas horas en el asiento, por llamarlo de alguna manera, que la compañía de turno ha apilado en un avión para tu comodidad. En esta ocasión y gracias a que he practicado durante largas horas la cara del gato de Shrek, conseguí salida de emergencia para mis dos vuelos. En menos de 15 horas me encontraba en Denver y mi suegro me esperaba luciendo un gorro de Papá Noel verde con luces en la cabeza y otro en mano listo para calzármelo justo a mi llegada. Todos sabemos que la palabra “verguença” no tiene cabida en mi diccionario así que no lo dudé ni un momento. Abrazo enorme y gorro a la cabeza. ¡¡Empezamos bien la fiesta!!

Llegamos a casa donde está esperando el resto de la familia y me reciben con una lasaña de carne de búfalo. Digamos que esa fue mi primera ingesta de alimentos y a día de hoy (4 días después) no he parado, y como decía mi Tata, vivo en un pienso. Ya de por sí no es fácil rechazar alimentos en estas hipercalóricas fechas pero si a eso le añadimos que uno se encuentras en la tierra de las friegas con carne de hamburguesa, duchas con mantequilla y exfoliaciones faciales con beicon, es imposible decir que no a nada. Después de conseguir sacar la cabeza de la fuente de la lasaña me voy a dormir. Doscientas vueltas en la cama, 4 pesadillas y dos litros de sudor después me levanto para ver el espectáculo. Son las 4 de la mañana y el “backyard” está plagado de alces paseándose entre los coches, cubos de basura y duendes navideños de la comunidad como si fueran parte de la vecindad. Por su puesto que esto sólo me parece anormal a mi ya que, de hacer lo mismo yo en Madrid, los alces no tendrían cuernos ( o sí ) y estarían todos apelotonados en un rincón fumando porros y bebiendo DYC en vasos de plástico.

Lo dicho, ¡¡¡¡¡estas Navidades PROMETEN!!!!