martes, 28 de septiembre de 2010

Broke Trash Mountain

Sin darme ni cuenta me había quedado dormido y ya atronaba la melodía absurda del despertador que por mucho que pienses que te gusta mientras la programas, al final le acabas cogiendo verdadera tirria. Me ducho en la suite-baño y me cambio de ropa, salgo de la habitación sintiéndome como un millón de euros y dispuesto a dar buena cuenta del bufett (ja, perdón pero no puedo contenerme la risa cada vez que pronuncio esa palabra llámenme inmaduro) del desayuno. Un par de platos de humus con pan, cuatro lonchas de jamón York, dos rodajas de tomate, un par de bolas de queso, un donut y dos cafés estoy listo para lo que se me ponga delante. Generalmente es la taza del baño. Bien, ahora SÍ estoy listo. Después de no ponerme tan si quiera colorao de ser el que más viajes ha hecho al bufett (ja, lo dicho) me monto en uno de los coche-tanques y partimos rumbo hacia la base.

Ya de día Beirut parece una ciudad despierta, activa y llena de vitalidad pero da la sensación de que ese momento no va a llegar nunca como si estuvieran lastrados por algo. No sólo es el frenético ir y venir de coches y motos entrecruzándose en las avenidas sin moderador que me lo indica sino porque se ve una ciudad en proceso de reconstrucción. Reconstrucción que lleva desde 1990. Una ciudad que da la sensación de querer recuperar el esplendor perdido debido a un eterno enfrentamiento con Israel y además una guerra civil que convirtió las postales de enclaves locales idílicos en piezas de coleccionista. Cruzamos parte de la capital para salir y vemos, como ya mencioné anteriormente, muchos contrastes. Enormes plazas totalmente devastadas y convertidas en verdaderos cementerios arquitectónicos a un escupitajo de una tienda enorme de Mango seguida de otra de Zara. Continuamos y nuestros guías nos hablan de lo que supuso para este país el asesinato del Primer Ministro Libanés Rafik Hariri a la vez que nos enseñan la zona donde ocurrió y establecen comparaciones con lo que supondría semejante asolación en una ciudad como Zaragoza.

Con el corazón un poco encogido, un solazo espléndido y las ansias de conocer intactas conseguimos salir de Beirut sin pasar por encima de nadie ya que aquí conducen como si lo fueran a prohibir o estuvieran huyendo de algo. Seguimos nuestro camino por la carretera pegada a la costa y viendo el frente de mar del que aquí disfrutan a mi derecha me imagino las posibilidades inmobiliarias de la zona. Acto seguido miro a mi izquierda y veo con estupor que se ve la montaña a través de las casas ya que están agujereadas o incluso reducidas a escombros. Me acuerdo de donde estoy y me vienen a la mente las tristes lecciones de historia recibidas unos minutos atrás. No puedo más que sentir un nudo en la garganta.

Según nos vamos acercando al sur de Líbano el panorama cambia ligeramente. Las maravillosas playas se van cubriendo de basura ya que para ellos ése cúmulo de fina arena que lleva al agua transparente del Mediterráneo no es más que un capricho de los occidentales y ellos no sucumben ante nuestras pretensiones. Justo antes de llegar a la montaña de basura de Líbano, la cual llama la atención por su solidez y altura y que además es muy conocida internacionalmente, paramos en una de las mejores pastelerías de la región que está en la ciudad de Sidón., Saïda en árabe El sitio es espectacular y su mostrador y decoración modernistas atesoran todo tipo de Baklavas y pastelitos de la zona que hacen que te relamas de arriba abajo nada más entrar. Mientras sorbo mi café libanés observo con detenimiento la inmensidad de la montaña de basura. Desde la lejanía se puede ver como tiene incluso una carretera que conduce a la cima. Pienso en la diferencia cultural tan grande que separa nuestras dos civilizaciones ya que eso en España sería impensable. A nadie en su sano juicio se le ocurriría poner semejante aberración en una zona costera con esas posibilidades de explotar (turísticamente hablando) a todo bicho viviente.

Espero a que los posos del café encuentren su camino al fondo de la taza para poder tomármelo sin que se me queden los dientes negros de por vida, me lo acabo y continuamos nuestro camino. Atrás dejamos una adición del ser humano al relieve Libanés de deshechos que manifiestan claramente las intenciones de un país más preocupado en deshacerse de sus vecinos que de higienizar su patio trasero. Al final el uno por el otro y la casa sin barrer.

Continuamos nuestro camino hacia la base Miguel de Cervantes rozando casi la dichosa “montañita” y la dejamos atrás. En menos de dos horas estamos allí después de atravesar gran cantidad de pueblos cristianos y alguno que otro de Hezbollah que se les diferencia porque se identifican con el color amarillo. No tarda el graciosillo del grupo en compararlos con el Villareal. No, no fui yo!

Una vez en la base nos reciben con todo tipo presentaciones y agradecimientos. La base muy bien cuidada y la gente MÁS. Cenamos y luego nos vamos a descansar ya que al día siguiente empezábamos pronto.

4 comentarios:

  1. Impresionante lo de la montaña de basura. Supongo que olería que da gusto.

    Salu2,

    José Carlos

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  2. Una foto de la montaña por favor. Es un placr poder volver a leerte más de 140 caracteres.
    Un saludo

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  3. Eso, eso, una foto de la montaña de basura.
    Bonita historia, me gusta esta nueva "faceta" humanitaria.
    Mantenos informados puntualmente, que nosotros te leeremos...

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  4. El Líbano es un país maravilloso, pero cuanto mas hacia el sur vas, mas chiitas te encuentras y el respeto al medio ambiente no lo daban en el Corán.
    Cuando vuelvas, vete al norte, a Biblos, a Bischarre... y luego me cuentas

    yala!

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